No tengo propósitos. Vivir es mi único propósito.
No tengo nada en contra de la idea de hacer propósitos y siento un profundo respeto por la gente que se los hace y los cumple, pero yo no soy capaz. Basta que sienta una "obligación moral" por conseguir algo para que falle estrepitosamente. Otras veces he hecho esa típica lista y, al final, para lo único que ha servido ha sido para hacerme sentir peor por no cumplirla.
Eso no quiere decir que, como todos, no tenga deseos y objetivos. Al contrario, tengo muchos. Pero no siento que comenzar un nuevo año realmente cambie algo en mí. De hecho, mis objetivos más importantes son a largo plazo y es poco probable que acabe el año habiéndolos conseguido. Muy bien se tendrían que dar las cosas, vaya...
Pero la cuestión es que yo solo quiero estar tranquila y feliz.
A veces esa felicidad pasa por llevar un estilo de vida más saludable, por leer más, por dedicarme más tiempo a mí misma, por aprender nuevos hobbies, por conseguir un empleo mejor... Pero todas esas pequeñas cosas no son mis metas, sino pequeños pasos para alcanzar el último escalón.
De cualquier manera, tampoco me gusta comparar la felicidad con una escalera, como si fuese el final del camino, porque no es así. Es más bien un modo de vida, una actitud, que te acompaña o no en cualquiera de los pasos. A veces eres feliz, a veces no lo eres... Y no pasa nada. No por mucho que consigas vas a ser más feliz, ni dejar de serlo.
Yo siempre he sido de esas personas que el único deseo que piden es estar bien. Porque si yo estoy bien, me da relativamente igual en qué condiciones, porque entiendo que estoy en un estado de bienestar óptimo.
Y eso exactamente lo que le pido a 2020: estar bien.
Ya sea más delgada, más fuerte, con una piel perfecta o en una casa más bonita. Realmente no me importa eso. Me importa estar satisfecha con lo que tenga.
Nunca le suelo hacer mucho caso a las sensaciones, pero algunas veces aciertan. Al comienzo de 2015 tuve la sensación de que sería un mal año, y así fue. De los peores que recuerdo. En los años sucesivos no tuve mucha sensación de nada, y tuve de todo. Pero esta vez tengo la sensación de que va a ser un buen año. Y eso se traduce en que creo que voy a ser feliz.
Dudo que me haga rica o que me vuelva un bellezón de repente. Dudo que tenga un trabajo estable porque eso tendrá que ser a largo plazo (cosas de trabajar en Educación). Dudo que pueda hacer un gran viaje inolvidable por esto mismo. Dudo que me case, o tan siquiera que me prometa. Dudo que pueda mudarme y adoptar un perrito peludo. Y etc. Y aún así tengo la sensación de que será un buen año.
Esto es lo que he aprendido con los años. Que la vida no es los éxitos que consigues, sino lo que sucede entre medias. Ese tiempo que transcurre entre que te levantas, vas a trabajar, pasas tu jornada, vuelves a casa, tomas un cafe, ves una serie... Eso es la vida. Y mientras que yo sea feliz en esos ratos, me sentiré satisfecha con la mía.
No sé si estas palabras van a inspirar a nadie o si van a interesarle a muchos, pero me gusta comenzar el año con una pequeñita reflexión situacional para mí misma. En cualquier caso, todas las formas de afrontar el año son perfectamente válidas si le sirven a uno.
No hay comentarios