¿Sabéis? Me he dado cuenta de que nunca hablo de mi mascota. Es curioso porque en IG solo tengo una historia destacada y es sobre mi gato Girasol, pero en el blog nunca suelo hablar de ello. En parte porque nunca consigo hacerle buenas fotos que pueda subir... La cuestión es que adoro a mi peluchito, me siento muy orgullosa de él y solo quiero que lo sepáis.
Hace mucho tiempo que le estoy dando vueltas a una cosa que no me gusta demasiado. Cada vez me da más la sensación de que los gatos son de las mascotas más denostadas. Parece que tienes que elegir entre perros y gatos y, claro, como los perros son más simpáticos... ¡Pues no estoy de acuerdo! Adoro a ambos animales por igual y quiero hacer una defensa de los mininos.
He convivido tanto con perros como con gatos y puedo asegurar que son los felinos los que más se parecen a nosotros. Los perros siempre actúan como perros, salvo excepciones, pero cada gato es completamente diferente. Tienen un carácter muy marcado y una personalidad muy definida. Por ejemplo, aunque el tópico de los gatos es que siempre se esconden cuando hay alguien extraño, mi gato es extremadamente sociable. Se acerca a saludar hasta al repartidor de pizza.
Sin embargo, no es nada cariñoso. Es como uno de esos amigos con los que te vas de copas pero que no quieren abrazos. Y odia estar solo. Siempre dicen que los gatos son egoístas e interesados, pero he visto muchas noches a mi chiquitín estar cayéndose del sueño y aguantar despierto solo para hacerme compañía en las largas noches de estudio.
¿Y sabéis qué es lo mejor de ellos? ¡Que son super graciosos! Siempre que tengo un mal día solo tengo que ir a verle hacer alguna tontería para hacerme reír a carcajadas. Y, si no lo hace, solo tengo que sacar el puntero láser 😂
Aunque podría seguir hablando sobre Girasol todo el día, os dejo con los descubrimientos de esta semana.