No os engañéis, me encanta la red social Instagram, tanto para compartir contenido como para inspirarme con las aportaciones de los demás. Sin embargo, los últimos días de agosto no he estado publicando todo lo que yo solía. Normalmente, me propongo como objetivo publicar una vez al día o, como mucho, cada dos o tres -si estoy especialmente ocupada con otros asuntos-.
No es algo que me cueste, francamente, porque solo le tengo que dedicar entre cinco y diez minutos de mi día, lo que puedo sacar en un pequeño descanso del trabajo o del estudio. Además, lo hago a través de otra app que me programa la publicación.
Sin embargo, estos últimos días no lo he cumplido. En parte porque me he dejado llevar por el relax (muy necesario) de las vacaciones y en parte - GRAN parte - porque no he querido. Y, al parecer, no he sido la única. (Para más ejemplo, esta publicación de Vanessa de OnlyNess).
¿Que por qué no he querido? Pues eso es justamente lo que os vengo a contar hoy. Y, probablemente, más de uno se sentirá identificado.
¿Que por qué no he querido? Pues eso es justamente lo que os vengo a contar hoy. Y, probablemente, más de uno se sentirá identificado.
Cuando comenzó, Instagram era un lugar único en el que publicábamos imágenes instantáneas tomadas con el teléfono móvil y adornadas con (aberrantes o geniales, vosotros decidís) filtros que solo existían en esta app. Ello daba lugar tanto a las clásicas fotos con amigos como a curiosas imágenes que se nos iban ocurriendo. Lo que caracterizaba a todas ellas es que no estaban especialmente preparadas.
Estos inicios de Instagram recuerdan a esos inicios de Tuenti de los que tanto nos avergonzamos, ya que, actualmente, no tiene absolutamente nada que ver. Todo evoluciona. Aquellas fotos de zapatillas con filtro Valencia que te hacías mientras esperabas a tu amigo sentado en un banco del parque han sido sustituidas por: a) selfies Kardashian style, b) fotos de jóvenes mirando al infinito con un texto motivador que no tiene nada que ver, o c) fotos de calidad superior claramente tomadas con una cámara reflex, muy bien planeadas y pasadas por Lightroom.
Bien, pues los bloggers somos del tipo C. Ninguna foto de Instagram está al azar. Ni su composición, ni su color (y esto especialmente), ni su atrezzo. ¿Todo para qué? Para crear un espacio estéticamente cuidado que "nos promocione" y que genere más visitas a nuestra web. Creo que no era secreto para nadie.
Para ello, tenemos que estar pendientes de MUCHAS cosas. Vamos, casi como si estuviéramos haciendo un editorial de la revista Vogue. Que a ver, en mi caso y en el de otros bloggers similares a mí, que hacemos esto literalmente por amor al arte, no es tal, pero hablo en general.
La cuestión es que lo que en su día era espontáneo y simple se convirtió en organización y planificación al máximo nivel. ¿Y lo disfruto? Sí y no. Me encanta poder inspirar a otros, conseguir trabajos de promoción, ver crecer mi comunidad... Pero me agobia. Me da ansiedad.
Hace poco, me descubrí a mí misma sintiéndome de una manera que no me gustó un pelo. Hasta ahora, me lo había pasado muy bien porque lo consideraba un hobby más. Pero empecé a publicar por el simple hecho de seguir siendo visible. Empecé a preocuparme por bobadas y a obsesionarme por la organización por el simple hecho de generar cierto impacto. Empecé a mirar los perfiles de otras personas no con admiración sino con envidia y sintiendo que tenía que competir con ellas por publicar la mejor foto.
Y eso no es lo peor. Me sentía inferior. Sentía que todo lo que publicaba no era suficiente y que debía esforzarme más para poder llegar más lejos. O que debía dejar de comportarme como yo era para adaptarme al canon que dicta mi nicho (lifestyle preppy).
Y eso no es lo peor. Me sentía inferior. Sentía que todo lo que publicaba no era suficiente y que debía esforzarme más para poder llegar más lejos. O que debía dejar de comportarme como yo era para adaptarme al canon que dicta mi nicho (lifestyle preppy).
Así que en ese punto me dije: STOP. Yo no quiero sentirme así. No quiero sentir ansiedad por no poder publicar un día. Quiero dejar de sentirme culpable e inútil cuando no tenga ninguna foto que merezca la pena. Quiero inspirarme con las publicaciones de los demás sin sentir que soy una fracasada y que todos lo hacen mejor que yo.
Sí, quiero tener un feed estéticamente cuco que represente lo que yo soy, y quiero que mis seguidores encuentren en él un contenido de cierta calidad que les pueda gustar, pero, sobre todo, quiero disfrutar y divertirme con lo que hago.
Sí, quiero tener un feed estéticamente cuco que represente lo que yo soy, y quiero que mis seguidores encuentren en él un contenido de cierta calidad que les pueda gustar, pero, sobre todo, quiero disfrutar y divertirme con lo que hago.
No me subí al carro de IG para sentirme así, sino para todo lo contrario. A veces no soy capaz de disfrutar de algo solo porque no puedo sacar algo "instagrameable" de ello. Y la vida no es así. No puede ser así.
Debido a todas estas cosas, y aprovechando mis vacaciones, decidí darme un respiro. Sí, seguí publicando de vez en cuando, sobre todo por compromiso, pero no como lo hacía antes. Me di cuenta de que debía centrarme en mi vida real y volver a disfrutarla tal y como es, sin pensar en fotos ni en engagement ni en qué estarán haciendo los demás.
Esa no es la clase de persona que quiero ser y tampoco quiero que mi perfil dé una imagen equivocada. Necesitaba tomar aire fresco, reflexionar y cambiar el rumbo.
No soy influencer, y dudo que lo llegue a ser. Por lo tanto, publicar no es mi trabajo. Vale, a veces trabajo con marcas y entonces sí lo es, pero no es la mayor parte del tiempo. No me importaría que así fuera, pero no es el caso.
¿Que no llego a tiempo? No pasa nada. ¿Que lo que publico no es lo mejor del planeta? Da igual. Lo importante es que me sienta bien conmigo misma y me acueste tranquila cada noche.
No os creáis que ha sido fácil todo esto. Para empezar, es difícil el simple hecho de darse cuenta de ello, pero, además, es complicado distanciarse y volver a aprender. Sí, volver a aprender. Aprender a disfrutar de todo eso como lo hacía antes. Pero ha sido necesario y terapéutico. Ahora puedo decir que estoy más centrada, soy consciente del problema y busco activamente la solución.
¿Que no llego a tiempo? No pasa nada. ¿Que lo que publico no es lo mejor del planeta? Da igual. Lo importante es que me sienta bien conmigo misma y me acueste tranquila cada noche.
No os creáis que ha sido fácil todo esto. Para empezar, es difícil el simple hecho de darse cuenta de ello, pero, además, es complicado distanciarse y volver a aprender. Sí, volver a aprender. Aprender a disfrutar de todo eso como lo hacía antes. Pero ha sido necesario y terapéutico. Ahora puedo decir que estoy más centrada, soy consciente del problema y busco activamente la solución.
Y sé que no soy la única que se siente así, por lo que animo a todos los demás que se sientan identificados a que suelten también un poco las riendas y se relajen. Por desgracia, las redes sociales nos han absorbido a todos (bloggers o no) y lo único que podemos hacer es tomar cierta distancia y asegurarnos de que sabemos qué es lo realmente importante. Porque no, no es una foto, sino todo lo que pasa a nuestro alrededor.
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